Bueno, ya va siendo hora de continuar la historia, la habia dejado justo cuando nuestra persona protagonista estaba en el despacho con la inspectora y empezaba a exponerle el "caso".
- Como le decía a su compañero ha sido una historia de amor muy intensa, y bonita por
supuesto. Bueno y duradera, ocho años, ¡figúrese!
- Ya, mucho tiempo sí…
- Creo que me obsesioné demasiado. Llevé cada sentimiento al límite. Me desbordé de
lujuria durante todo este tiempo (bueno sobretodo los primeros años, con el tiempo se
termina desvaneciendo esa sensación, ¿sabe?) Y era superior a mis fuerzas. Su aroma,
su piel morena y delicada, su pelo suave… ¡Uf! No puedo ni recordarlo se me eriza la piel ¿ve?
-Está bien . Intenté centrase y controlarse por favor.
-Si, si. Eso; tenía una constante sensación de gula. Gula por sus besos, caricias, abrazos, susurros,… Nunca nada era suficiente para mí, siempre quería más y más. Pero bueno
esto me parece incluso razonable, el amor es lo que tiene ¿no es así?. El problema es que
llegué a absorber demasiado a mi pareja. Pretendía que estuviese solo para mí siempre,
en cualquier momento, en cualquier situación; me llené de avaricia por estar con esa
persona, por hacer que nadie más se atreviese a ver lo que yo veía. Eso es también
razonable ¿no?
- Aceptable tal vez. Siga.
- Comencé después a sentir envidia; envidia de su manera de ser, de su trabajo, de su
perfecta familia, de sus fiestas y viajes con amigos de todo cuanto hacía. Me sentía de
alguna manera tremendamente lejos aun estando a su lado. Asique muchas veces me
dediqué a menospreciar todo cuanto hacia. Quería que viese y pensase que yo era
superior, que estaba muy por encima de todas sus expectativas, quería que siéntese los
celos que yo sentía.
- Entiendo, así empezó todo. Siempre es así.
- Ya pero le he dicho que mi relación no es como el resto. Siempre ha sido muy intensa,
más especial de lo que cualquier otra persona pueda entender.
- Claro, claro. Cada persona y cada relación es un mundo, o al menos eso dicen… Pero
bueno prosiga, le escucho.
- Ummm, ¿por dónde iba? ¡Ah sí! Pues con todo este rollo de las pequeñas envidias y
pequeños celos empezamos a tener discusiones insignificantes o exageradas , según el
día. Y fue entonces cuando…
-¿Sí? ¿Qué ocurrió después?
- Pues creo que la soberbia se apodero de mi una temporada y pese a estar hasta los
huesos de amor me creí superior y no cedía ante nada de lo que propusiese, siempre
encontraba problemas donde no había, llegó a encantarme sacar defectos y pegas a
todo. Me encantaba dar la vuelta a las situaciones para parecer yo la buena persona
siempre, y víctima de su mala leche. Pero como en el fondo nos queríamos terminábamos siempre conciliándonos y poniéndonos empalagosos. Y entonces decidimos alquilar un piso a medias, comenzar una autentica vida en común.
- Ajá … (vete al kit de la cuestión, ¡que pesadez!)
Bueno, hoy hasta aquí puedo seguir. Mañana seguiré contando esta común historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario